14 de enero de 2021 — Una turba violenta de partidarios de Trump penetró en el Capitolio la semana pasada con el propósito de interrumpir la confirmación de los resultados electorales que declaran a Joseph R. Biden como el próximo Presidente de los Estados Unidos, interfiriendo en el proceso democrático. Los hechos que tuvieron lugar en Washington no pueden considerarse como una protesta para asegurar que las voces del pueblo fueran escuchadas por los miembros del Congreso, se trató de una insurrección incitada por el Presidente de Estados Unidos en ejercicio del cargo, que instó a sus partidarios a “mostrar fuerza” y “pelear más duro». Las chipas de las acciones violentas que tuvieron lugar el 6 de enero empezaron años atrás: la conspiración que cuestionó el lugar de nacimiento del Presidente Obama, conocida como el movimiento “birther” y las afirmaciones en torno a la manipulación de los resultados electorales en 2016. Durante esta campaña presidencial, cada tweet y mensaje sobre elecciones robadas, el rechazo de los líderes Republicanos a reconocer el resultado de un proceso electoral legítimo y sin precedentes, y los llamados a supremacistas blancos con ansias de violencia muestran que las señales han estado ahí por mucho tiempo. La reciente violencia también fue provocada por los miembros del Congreso que desafiaron los resultados certificados de la elección, una medida que dividió a los líderes Republicanos. Los esfuerzos de quienes han apoyado a Trump de desestimar las objeciones o su silencio cómplice llegan demasiado tarde. La amenaza del facismo ya existe aquí.
Este es un momento histórico que está develando la fragilidad de la democracia estadounidense. Para fortalecerse y prosperar, Estados Unidos necesita reflexionar y actuar de manera acorde. Es necesario abordar el daño y la violación de derechos políticos, incluida la desigualdad económica y social que ha llevado a tantas personas a creer erróneamente en líderes autoritarios y mesiánicos, en comunidades vulnerables, particularmente en las comunidades de color. Debemos continuar insistiendo en la erradicación del racismo institucional en los cuerpos de seguridad en los EE. UU., que quedó en evidencia en el doble estándar en la actuación de la policía al responder a la violencia en el asalto al Capitolio por parte de los partidarios del presidente Trump, versus las recientes protestas por la justicia racial. La definición de distritos políticos con fines partidarios -denominado Gerrymandering-, el colegio electoral, y los esfuerzos para la supresión del voto amenazan la democracia y deben ser abordados. Es necesario que haya rendición de cuentas por las acciones violentas que tuvieron lugar; estableciendo la responsabilidad del Presidente Trump por sus actos, sino también enviando un mensaje contundente a futuros líderes y a todas las personas que viven en los EE. UU.
Luego del asalto violento al Capitolio estadounidense, casi todos los miembros del Congreso dijeron “esto no es lo que somos”. Sin embargo, debemos recordarles a ellos y a nosotros mismos que sí, esto es exactamente lo que somos y exactamente lo que los EE. UU. han apoyado en innumerables países alrededor del mundo. Los países centroamericanos, como Guatemala y El Salvador, son ejemplos de cómo EE. UU. patrocinó conflictos políticos y armados durante la Guerra Fría. La intervención estadounidense en estos países causó grave inestabilidad social, pérdida de vidas humanas y un éxodo de personas en búsqueda de protección. Recientemente en Honduras, Estados Unidos jugó un papel vergonzoso en la crisis política y social que resultó en el golpe de estado contra Manuel Zelaya, en 2009.
En el ámbito nacional, la violencia mafiosa ha sido utilizada contra los pueblos indígenas norteamericanos, y las comunidades Negras, Latinas y de otros grupos étnico/raciales por grupos supremacistas blancos a lo largo de la historia de los EEUU. El caso de Tulsa, Oklahoma de 1921 es un buen ejemplo. Una próspera comunidad Negra fue convertida en cenizas por fuerzas supremacistas blancas que no estaban dispuestos a aceptar los logros de la prosperidad compartida alcanzada por el pueblo Negro. Al menos varias docenas de personas, la mayoría Negras, fueron asesinadas durante este hecho de violencia.
Al mismo tiempo, en los EE. UU. hay gente que se une y que lucha por la justicia, la paz, la igualdad y por una manera más equitativa para compartir la riqueza que todos nosotros contribuimos a generar. Somos esas dos fuerzas. No podemos empezar un proceso de sanación hacia el cambio verdadero sin reconocer los peores comportamientos de nuestra historia. Así que sí, esto es lo que somos como una nación que se basó en la supremacía blanca y el patriarcado, pero esto no es lo que tenemos que ser. Ahora más que nunca, debemos invertir en la educación política y organización de nuestras comunidades para desafiar la narrativa de odio, la supremacía blanca y la polarización que no cesarán de forma mágica con el cambio de gobierno.
Como organización liderada por inmigrantes en los EE. UU. y que sirve a inmigrantes, la red Alianza Americas ha estado trabajando directamente con los más afectados por los desafíos actuales, incluida la pandemia de COVID-19 y la amenaza constante de la supremacía blanca. Nuestro blog es una importante fuente de información y análisis sobre temas de actualidad. ¡Ayúdenos a continuar creando conciencia y abogando por políticas que protejan a los migrantes haciendo una donación a nuestro blog hoy!
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