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La orden ejecutiva del presidente Biden sobre la frontera: una repetición del mismo error desde hace 38 años

July 29, 2024
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La orden ejecutiva del presidente Biden sobre la frontera: una repetición del mismo error desde hace 38 años

Por Oscar Chacón

Director Ejecutivo de Alianza Americas

Con su última orden ejecutiva sobre inmigración y control de la frontera sur, el presidente Joe Biden refuerza un planteamiento de política pública en materia migratoria adoptado por primera vez en tiempos recientes en 1986. Con la aprobación de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA, por sus siglas en inglés) en ese año, Estados Unidos adoptó la idea de que haciendo su frontera más vigilada, incluido el uso de la fuerza militar, menos personas se atreverían a hacer el viaje a Estados Unidos a través de la frontera sur. La disuasión es, en esencia, lo que la orden ejecutiva espera conseguir.

Los años transcurridos desde que se promulgó la IRCA demuestran la inutilidad de tal planteamiento. La razón por la que no produce el resultado previsto es porque ignora el conjunto de factores que obligan a las personas a abandonar sus países en busca de protección, apoyo y un lugar donde, en última instancia, puedan rehacer sus vidas. Los únicos resultados que producen medidas como esta son penurias, incluso la muerte, para las personas decididas a buscar la vida, la libertad y la felicidad.

Como predijeron incluso personas dentro de la administración Biden al inicio de su gestión presidencial, en ausencia de enfoques verdaderamente innovadores sobre la migración, Estados Unidos estaría repitiendo errores del pasado. Lamentablemente, eso es exactamente lo que está ocurriendo. Esto incluye malgastar miles de millones de dólares de los contribuyentes en esfuerzos que sólo causan dolor humano y deterioran nuestra posición moral a nivel regional y mundial.

Una área de este fracaso ha sido la incapacidad de crear mecanismos realistas para la migración autorizada, capaces de reconocer el hecho de que necesitamos más migración para resolver positivamente la dinámica actual y futura de la mano de obra y mantener la competitividad de Estados Unidos. El Congreso estadounidense es el principal responsable de este fracaso. Este hecho hace que la situación actual sea beneficiosa para las fuerzas políticas extremistas que operan en la actualidad desde el Partido Republicano. Al no invertir en el cambio y mantener las cosas como han estado durante décadas, las fuerzas xenófobas y supremacistas blancas pueden seguir argumentando que nuestra frontera sur es caótica y fuera de control. Esto a su vez alimenta su aseveración falsa a efecto que las personas que llegan a nuestra frontera son infractoras de la ley.

En ausencia de nuevas leyes, la administración Biden ha tomado medidas para proporcionar mecanismos de inmigración autorizada y ordenada, con el apoyo de las leyes existentes. Al permitir hasta 30,000 visas humanitarias (parole) por mes para personas cubanas, haitianas, nicaragüenses y venezolanas, la administración Biden ha reducido eficazmente el número de personas de estas nacionalidades que llegan a la frontera sur de Estados Unidos. Aunque esta medida es un paso positivo, es una medida insuficiente para hacer frente a los cambios en la dinámica migratoria regional que vemos desde 2021.

La otra área crítica de fracaso está relacionada con el hecho de que muchas naciones al sur de nuestra frontera llevan décadas descuidando sistemáticamente el bienestar económico, social,  político y cultural de sus poblaciones. En pocas palabras, se ha ignorado la magnitud de la respuesta multidisciplinaria necesaria ante esto. El caso de Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial, donde masivas intervenciones financieras y de políticas públicas, en gran medida lideradas por Estados Unidos, dieron como resultado sociedades prósperas con niveles de migración muy bajos, ofrece una muy buena pista sobre lo que Estados Unidos debería apoyar en las naciones latinoamericanas y caribeñas.

Por el contrario, Estados Unidos se ha engañado a sí mismo promoviendo la noción de que el aumento de la inversión extranjera directa, por sí solo, producirá sociedades altamente mejoradas en las que las presiones para emigrar desaparecerán por arte de magia. Antes de que la inversión extranjera directa tenga la oportunidad de marcar la diferencia en cualquier nación, debe existir un plan de desarrollo nacional y regional bien definido que priorice las inversiones masivas en desarrollo social y económico con el objetivo específico de elevar el nivel de vida de la población de cada país.

Los resultados tangibles de una nueva estrategia de desarrollo centrada en las personas no son inmediatos. Sin embargo, combinada con nuevas formas de abordar los flujos migratorios, puede conducir a formas más armoniosas para que Estados Unidos evolucione en sus relaciones con sus vecinos del sur. En resumen, una estrategia enfocada en una mejora sustancial de las condiciones de vida en México, en las naciones centroamericanas, caribeñas y sudamericanas, combinada con un enfoque de las políticas migratorias orientado a la búsqueda de soluciones que parta del reconocimiento inequívoco de que las personas migrantes y la inmigración aportan positivamente a los EE.UU. y a millones de hogares en los países de origen, puede ser una forma novedosa de redefinir las relaciones de EE.UU. con América Latina.

Volviendo a la Orden Ejecutiva anunciada oficialmente el 4 de junio de 2024, está claro que el imperativo político que lleva a la administración Biden a poner en marcha medidas que promueven una mayor restricción, exclusión y castigo para las personas migrantes que ya se encuentran en EE.UU., así como para los que intentan entrar al país a través de nuestra frontera sur, son las elecciones del 5 de noviembre. Al abrazar la idea de que, para mejorar sus posibilidades de victoria electoral, el Partido Demócrata, a través de la administración Biden debe mostrar su dureza con las personas inmigrantes, los demócratas están, una vez más, repitiendo un error cometido muchas veces. Las pruebas de su eficacia son, en el mejor de los casos, dispersas. En el peor caso, representa importantes concesiones a las fuerzas xenófobas y supremacistas blancas que siempre exigirán más a los demócratas. La historia desde principios de la década de 1990 es muy coherente: por mucho que el Partido Demócrata adopte posturas duras contra las personas migrantes, nunca serán lo suficientemente duras para un Partido Republicano y sus partidarios cada vez más extremistas.

Si el Partido Demócrata rompiera, de una vez por todas, con la idea de que para ganar elecciones debe parecerse a sus oponentes republicanos, las posibilidades de un futuro mejor para la nación mejorarían enormemente. Esta ruptura tendría que incluir una forma verdaderamente novedosa de tratar a las personas migrantes que ya residen en Estados Unidos, así como mejores formas de tratar a las personas que huyen desesperadamente de sus países y buscan protección y apoyo en Estados Unidos.

Una revisión objetiva del papel y del impacto de las personas migrantes en Estados Unidos a lo largo de la historia, y en particular en los últimos 50 años, llevará a una conclusión: las personas migrantes y la inmigración han sido de enorme beneficio para Estados Unidos, y somos una mejor nación por ello. Por lo tanto, es lógico sugerir que nuestra respuesta de política pública a cualquier cosa relacionada con las personas migrantes y la migración debe estar impulsada por este hecho. Hace tiempo que deberíamos haber cambiado radicalmente de rumbo.

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